Los chilenos bajo el neoliberalismo. Clases y conflicto social

Carlos Ruiz y Giorgio Boccardo

Santiago de Chile: Fundación Nodo XXI y Ediciones El Desconcierto, 2014

Hacia el final de Los chilenos bajo el neoliberalismo. Clases y conflicto social, sus autores, los sociólogos de la Universidad de Chile, Carlos Ruiz y Giorgio Boccardo, señalan “…tanto la atención que todavía concita el panorama de desarticulación de las fuerzas sociales propias del período nacional-popular, como el interés de la intelectualidad cortesana reducido a promover discursos de legitimación, resta atención en la sociología reinante a aquellos aspectos más novedosos del panorama actual de las clases y el conflicto social” (182-183). El libro constituye una propuesta para enfrentar ese vacío interpretativo en una disciplina que tiene como sus vertientes predominantes (o al menos más visibles), a técnicos y “expertos”, de un lado, y a los intelectuales orgánicos del modelo, por el otro.

La apuesta consiste en elaborar un análisis global del período de la historia de Chile que se extiende entre 1973 y el presente, dando cuenta del proceso de profunda transformación económica y política de la cual surge la sociedad chilena actual. Esto lo hacen reposicionando una clave conceptual que lejos de pertenecer a un pasado anquilosado, muestra aquí su vigor y vigencia; me refiero al concepto de clase social, que permite dar cuenta tanto de la estructura productiva como de los aspectos ideológicos y simbólicos que rodean la constitución y funcionamiento de dichas clases. Lo que encontramos en este volumen, es el concepto de clase social no para referirse al orden previo a 1973, sino para nombrar lo nuevo, aquello que fuera resultado de esa transformación producida desde el Estado de manera autoritaria y que significó, entre otros aspectos, la desarticulación de los grupos obreros y la privatización de los sectores medios. Desde este punto de partida, Ruiz y Boccardo emprenden el análisis de lo que denominan “neoliberalismo avanzado”, concepto con el cual refieren a la continuidad y consolidación de este nuevo modelo de acumulación capitalista, instalado violenta y radicalmente a partir del golpe de Estado perpetrado por militares y civiles en 1973. Una continuidad que se extiende por cuatro décadas y que le concede particularidad en el concierto latinoamericano.

A lo largo de cinco capítulos, los autores dan cuenta del proceso histórico de instalación y consolidación del neoliberalismo chileno, y la forma como fue dejando atrás el período nacional-popular (el concepto lo toman de Enzo Faletto), que, sin embargo, emerge de vez en vez como referente para la acción política. El primero de esos capítulos constituye el marco histórico del estudio, en él sus autores dan cuenta del proceso político que permitió el desmantelamiento de ese orden nacional-popular desde el Estado, el proceso de privatizaciones y la eliminación de trabas a la acumulación de poder económico y político del empresariado, disminuyendo dramáticamente el poder político de sectores como el de los obreros sindicalizados y el de las universidades públicas, entre otros. Esto afectaría profundamente la política social del Estado, caracterizada hasta hoy por la focalización del gasto y la subsidiariedad.

El libro articula en una mirada global aquellos aspectos de la transformación que se han venido señalando y denunciando en estas décadas (privatización de las pensiones, de los servicios sociales –salud y educación–, desmantelamiento de los derechos laborales, subsidios a los empresarios, etc.). Pero es en los capítulos donde se analizan las nuevas dinámicas sociales y su vinculación estrecha con la estructura productiva donde se encuentra lo medular de sus contribuciones, pues aporta elementos fundamentales para comprender los procesos actuales de movilización social y de crisis política. Ese mapa social producido por la refundación capitalista es la mayor preocupación de Ruiz y Boccardo, de allí el análisis pormenorizado de los principales sectores que lo componen. Bajo la categoría general de “estructura social en el neoliberalismo chileno”, se analizan ampliamente los grupos empresariales, los sectores medios, la clase obrera y los sectores pobres y/o marginales.

Destaco de este trabajo el análisis documentado de procesos característicos de este período, que a su vez apuntan a lo que los autores identifican como las contradicciones de esta modernización. Por ejemplo, la expansión del trabajo asalariado, que ofrece mayores oportunidades laborales a la par de una precarización creciente, producto de la flexibilización laboral (contrataciones a tiempo parcial, subcontrataciones). También la reducción de la pobreza y la indigencia a partir de 1990, al mismo tiempo que crece la desigualdad y la elevada movilidad entre los sectores pobres y marginales. Una reducción global que no implica, dicen Ruiz y Boccardo, la integración social de estos sectores (70).

El estudio se detiene particularmente en lo que sus autores denominan “fisonomía” de los sectores sociales, especialmente de aquellos que asoman como piezas clave en el Chile actual: el empresariado y los sectores medios. Con respecto a los primeros, se enfatiza en la formación de nuevos grupos empresariales, sobre la base de un poder disminuido de la riqueza tradicional de base agrícola (hacienda), mermada con la reforma agraria. A diferencia de países como Argentina y Brasil, no existía en el período previo un empresariado con la fuerza necesaria para generar oposición a la transformación neoliberal (un empresariado industrial poderoso que se viera favorecido por políticas desarrollistas). Por lo tanto, en desmedro de la producción industrial, el empresariado del modelo es aquel que se relaciona con el sector primario-exportador, con el de los servicios sociales –educación, salud, privatizando aquello que hasta los setenta había estado en manos del Estado, lo que Ruiz y Boccardo denominan, sugerentemente, como un “capitalismo de servicio público”, (86)–, y el del sector financiero (80). El Estado aparece como el actor fundamental que promueve, subvenciona e incluso crea las condiciones para su prosperidad (el ejemplo de la educación superior y la subvención tanto de la banca como de las instituciones que ofrecen el servicio, es uno de los más ilustrativos). Dan cuenta también de fenómenos propios del período, muy visibles para la ciudadanía que se ve afectada por la fijación de precios y formas de pago: la escasa competencia producto de una oligopolización que ha eliminado a medianos y pequeños agentes (se mencionan las farmacias, la telefonía, la venta de artículos de ferretería, entre otros), limitando, dicen los autores, el desarrollo de la pequeña burguesía (90). En este capítulo se concluye que se trata del período de la historia de Chile en que el empresariado ostenta mayor poder económico y político, aunque a su vez depende de las acciones del Estado para perpetuar dicho poderío.

En tanto, la transformación de los sectores medios consiste fundamentalmente en su privatización, esto a diferencia del período anterior a 1973, cuando la clase media estatal fue punta de lanza del modelo nacional-popular, del cual surge parte importante de su ideario. Los actuales sectores medios surgen de la disminución del sector de empleados públicos y de la creciente asalarización en las ramas del sector financiero y primario exportador, donde ocupan un lugar relevante los profesionales (122). Se trata de un sector heterogéneo, que sin embargo comparte la condición de asalariados (los independientes disminuyen), elemento no menor en su consideración como clase social, pensando en su posible acción política. La complejidad de estos sectores se advierte también en los rasgos de su configuración de clase, producto de la modificación en las pautas del prestigio social, cuya fuente principal no es ya el acceso a la educación superior (su masificación fue la condición necesaria para la creación de un mercado en este ámbito), sino el consumo de bienes durables. Será entonces el crédito, dicen los autores, el motor del ascenso social, en reemplazo del salario (113). En continuidad con el emblemático estudio de Tomás Moulian, señalan la tendencia al individualismo que produce este proceso y el consecuente debilitamiento del espacio público.

A la luz de este diagnóstico, los autores interpretan la movilización social reciente, señalando como hitos el movimiento estudiantil “pingüino” del año 2006, protagonizado por jóvenes de los niveles secundario e incluso primario, y luego el 2011, con el movimiento de los estudiantes universitarios. Se incluyen también otras movilizaciones, como la que se ha producido, aunque en mucho menor escala, en el mundo del trabajo. Para los autores, la protesta social, lejos de constituir un resabio del pasado, es el producto de la refundación capitalista, “hijos del modelo”, como los estudiantes de un heterogéneo sistema de educación superior y los trabajadores de un mundo laboral profundamente transformado durante estas cuatro décadas (los subcontratados en las ramas de la minería y de las forestales; los asalariados del retail impedidos de asociarse, etc).

Los conceptos centrales para referirse a este proceso reciente son el de malestar y el de conflictividad social, que no serían coyunturales sino parte del modelo y contra las expresiones más crueles de este, “Malestar que se relaciona con condiciones de vida privatizadas hasta el extremo (…)” (135). La relevancia de los sectores medios en la estructura productiva se replica en este momento de cuestionamiento. No sería casualidad entonces que los estudiantes de la educación superior emerjan como uno de sus puntales, pues la privatización de los servicios sociales exige esfuerzos mayúsculos a ellos y sus familias para acceder a este tipo de formación en el mercado de la educación superior, peor aún, para acceder a un bien cuya ideología de venta –la posibilidad de ascenso social– tiene escasas posibilidades de cumplirse en un contexto de devaluación de los títulos universitarios. Ese reclamo proviene de un mundo estudiantil heterogéneo, en el que confluyen las voces de las universidades estatales disminuidas por la creación de ese mercado, con las de las nuevas instituciones que lucran con la venta del “servicio”. Los autores señalan que el aporte de la movilización estudiantil consistiría, a la fecha, en la expresión contundente de ese malestar y en exigir la intervención del Estado en lo que a reposicionar un derecho público se refiere, aunque tendría como límite el no proponer (aún) soluciones alternativas a las neoliberales (141). Su conducción, de momento, está en manos de aquellos sectores medios herederos del período anterior y radicados en las universidades estatales, las que pese a todos los embates sufridos “…mantienen todavía un peso relativo en la dirección cultural de la sociedad” (135). De todas formas, cabe afirmar que se trata de movimientos anti neoliberales (se deben agregar las huelgas de los trabajadores subcontratados en distintas ramas), en un período de consolidación del modelo, cuando la extensión de su lógica ha alcanzado límites insospechados. Son, por lo tanto, transgresiones potentes al orden ideológico en la medida en que reinstalan horizontes colectivos de lucha.

Sin embargo, observo –no sin curiosidad–, la ausencia de alguna mención al tema indígena y, en particular, del movimiento mapuche como parte relevante de la conflictividad social durante la posdictadura. Una conflictividad que antecede a otras de las que este estudio se ocupa, que también se encuentra atravesada por la transformación del mapa social durante el período y, sobre todo, que está fuertemente asociada a los poderes empresariales creados por el modelo (forestal, hidroeléctrico), con el elemento anexo del lugar relevante que se ha asignado al tema indígena y cultural en la narrativa de la transición democrática (la clave multicultural, relevante en la reinserción de Chile en el mundo post guerra fría) y que podría constituir, en los términos que propone el libro, otra de sus contradicciones.

En definitiva, el libro que nos entregan Carlos Ruiz y Giorgio Boccardo constituye una contribución valiosa para la comprensión del mapa social forjado por el neoliberalismo chileno, también para calibrar la importancia política de las movilizaciones sociales recientes. Los chilenos bajo el neoliberalismo es un libro que alcanza su objetivo de dar con las claves políticas de un proceso de instalación y consolidación neoliberal que no es comprensible sin la adecuada consideración de sus variables ideológicas. En este ejercicio, la elección de reposicionar la categoría de clase social se muestra no solo efectiva sino necesaria.

Claudia Zapata Silva

Universidad de Chile, Chile

clzapata@uchile.cl