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Las fisuras del neoliberalismo chileno.

Trabajo, crisis de la “democracia tutelada” y conflictos de clases

Franck Gaudichaud

Santiago: Quimantú/Tiempo Robado Editoras, 2015

Este nuevo trabajo de Franck Gaudichaud, politólogo francés de la Universidad de Grenoble Alpes, se suma a otros esfuerzos recientes de comprensión crítica de la fisonomía del neoliberalismo avanzado que ordena el espacio social actualmente en nuestro país. El autor se posiciona en este campo de estudios mediante un análisis del proceso de maduración y fisura del modelo chileno, cuya atención se centra en el conflicto capital/trabajo, elemento que, desde su perspectiva, ha sido escasamente considerado en los exámenes sobre el Chile actual. En un intento por regresar al canon marxista, coloca el problema de la explotación de la fuerza de trabajo y la apropiación privada de plusvalía como núcleo explicativo de la producción y reproducción de las relaciones sociales capitalistas a nivel global y local. Gaudichaud sostiene al comienzo del texto: “Tras el lindo escaparate del chilean way subyace el secreto no contado de tanta acumulación de riquezas, expansión del consumo y crecimiento sostenido de la productividad: una explotación feroz del trabajo y de la naturaleza por el capital nacional y transnacional” (22).
Con esta entrada, que define el enfoque teórico de su propuesta, comienza un recorrido que a lo largo de los seis capítulos va pasando por el análisis del campo político institucional, la estratificación y las clases, los movimientos sociales, en el estado del sindicalismo, la politización de la sociedad y el actual gobierno de la Nueva Mayoría.
El primer apartado se titula “La vía chilena al neoliberalismo: de la (contra) revolución cívico-militar a la democracia neoliberal tutelada actual” y en él desarrolla brevemente su lectura del proceso de instalación del neoliberalismo en Chile a partir del golpe de Estado y la dictadura. Su diagnóstico se nutre de las conclusiones a las que ha llegado buena parte de los analistas del período: los objetivos del terror de Estado no fueron otros que desarticular una de las clases obreras más organizadas y concientes de América Latina, detener el proceso de democratización social y la “vía chilena al socialismo” e instalar un nuevo modelo de acumulación capitalista a partir de una serie de medidas estructurales. Sin embargo, su examen de la transición a la democracia y del rol que jugó la Concertación, lo alejan de lo que él llama la doxa concertacionista, defendida por ejemplo por el sociólogo Manuel Antonio Garretón, y lo llevan a refutar la hipótesis del “progresismo limitado” de la coalición y “el

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neoliberalismo corregido” que se habría logrado construir. Luego de pasar revista a una larga lista de políticas implementadas por la Concertación, Gaudichaud concluye que los gobiernos del conglomerado, más que una corrección del neoliberalismo, constituyen un momento clave en su consolidación. En esta dirección, señala:
Basta con constatar cuál fue la política de la Concertación en materia económica, de derechos humanos, de lucha contra la impunidad, de represión a los movimientos sociales, de políticas laborales o en términos de luchas contra las desigualdades para comprender por qué no compartimos, en absoluto, la afirmación de Manuel Garretón según la cual los gobiernos de la Concertación “corrigieron” progresivamente, y de manera incremental, el sistema capitalista neoliberal heredado (33).
Luego de analizar los orígenes del neoliberalismo chileno, en el segundo capítulo titulado “Génesis del capitalismo neoliberal ‘maduro’: mitos de la sociedad de ‘clase media’ y nuevas dominaciones”, el autor se interna en los debates más recientes sobre la maduración del modelo. Establece aquí un diálogo crítico con distintas interpretaciones que circulan en los ambientes académicos y militantes, recogiendo de ellas algunos elementos y poniendo en tensión otros. Su revisión comienza con el ya clásico ensayo de Tomás Moulian, Chile actual: anatomía de un mito, en el que reconoce un hito en la ruptura con la doxa concertacionista de la transición exitosa, aun cuando critica la ausencia de una reflexión acerca de la subsunción real del trabajo vivo como elemento necesario del proyecto neoliberal. A continuación, revisa un amplio conjunto de estudios sobre la realidad sociopolítica actual, entre los que se cuentan los trabajos recientes de Rafael Agacino, quien además es el prologuista del libro, de Carlos Ruiz y Giorgio Boccardo, de Emmanuelle Barozet, de Alberto Mayol, de Santiago Aguiar, de Pablo Pérez Ahumada y de Tomás Undurraga por nombrar a los más citados por el autor.
En este terreno, discute con particular atención la tesis de la mesocratización de la sociedad chilena de Boccardo y Ruiz, quienes, de acuerdo con Gaudichaud, identifican en los grupos medios cierto potencial político conflictivo, provocado por una crisis de expectativas y frustración ante la imposibilidad de materializar la promesa de movilidad social ascendente instalada por el sistema. Este malestar mesocrático habría aparecido con fuerza en las movilizaciones estudiantiles de 2006 y, sobre todo, de 2011 y reflejaría la emergencia conflictiva de los hijos del maduro neoliberalismo chileno. El autor tensiona esta lectura planteando que la evidencia empírica (o al menos una parte de ella) no demuestra ni que se esté conformando una sociedad mayoritariamente de clase media ni que el malestar social que ha emergido en los últimos años sea mesocrático y no directamente popular. Considera, al contrario, que es altamente probable que los más descontentos sean precisamente los sectores más precarizados, argumentos que completa en el acápite siguiente, donde aborda la cuestión de la flexibilización y precarización laboral.

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El tercer capítulo vuelve al reclamo principal del libro: los críticos del Chile actual guardan un “silencio aturdidor” respecto del estudio de las relaciones capital/ trabajo, cuestión que le parece un despropósito dada la centralidad de esta relación para explicar el funcionamiento del modelo. Para Gaudichaud es preciso “develar que actualmente la situación del trabajo en las relaciones de producción del neoliberalismo maduro debe estar en el centro tanto de la clave explicativa de las dificultades del movimiento obrero-popular para ‘derrumbar’ el modelo, como en el momento de explicar los niveles de estabilidad relativa que logró forjar el empresariado desde el ‘giro’ de 1975. El eje del modelo es su capacidad de explotación del trabajo enajenado” (53). En esta dirección, muestra con datos estadísticos la expansión del trabajo asalariado en Chile y la predominancia de sectores obreros en la composición de la fuerza de trabajo actual, aunque no sean única ni principalmente obreros industriales. Recogiendo los aportes del sociólogo brasileño Ricardo Antunes, sostiene que de la crisis de la clase obrera tradicional surge la figura de una “clase que vive del trabajo”, amplia, heterogénea, precarizada y políticamente relevante. De acuerdo con su lectura, es esta clase la que debe considerarse la principal fuerza transformadora de la sociedad.
En directa relación con esa relevancia política de la clase trabajadora, el cuarto capítulo aborda el estado del movimiento obrero en Chile, pasando revista a la evolución de los niveles de sindicalización y negociación colectiva, a la situación de la Central Unitaria de Trabajarores (CUT), a la creación de centrales de trabajadores alternativas y a la composición del movimiento sindical chileno. El autor identifica la emergencia de una nueva conflictividad laboral a partir del bienio 2006-2007, expresada en el aumento de huelgas legales y sobre todo ilegales. Asimismo, observa la segmentación del movimiento sindical en un campo que representa a trabajadores con contratos relativamente estables, pertenecientes a sectores estratégicos de la economía y que tienen mayores posibilidades de negociación colectiva y otro que representa a los sectores más precarizados de la fuerza de trabajo. Finalmente, destaca la emergencia combativa de trabajadores de sectores estratégicos ligados a la extracción de recursos naturales, en particular los agrupados en la Confederación de Trabajadores del Cobre, los trabajadores forestales, salmoneros y portuarios.
El quinto capítulo del libro se titula “Ciudadanía ‘neoliberalizada’, crisis del sistema político y politización de los conflictos sociales”. Aquí, las preguntas esenciales que se hace el autor son por qué, luego de casi dos décadas de baja conflictividad social, temas como la educación logran politizar a la sociedad y cómo interpretar esa politización. Para explicar esta emergencia, plantea que se ha producido, desde los años noventa, una “acumulación molecular de conflictos parciales” (86), que se acelera desde el estallido del conflicto educacional. El modelo empieza a hacer agua y comienza a debilitarse la solidez del andamiaje neoliberal precisamente por el malestar de amplios sectores con el sistema educativo que prometía integración y movilidad social:

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Es justamente esta ilusión meritocrática lo que se agrietó y terminó por lanzar a estos nuevos sectores medios y capas populares, ligados a la expansión del sistema educativo privado, a inundar las calles y a ampliar significativamente el espacio de los movimientos sociales, con hasta más de un millón de personas manifestando, marchando, denunciando, clamando por una ‘educación pública, gratuita y de calidad’ (85).
Lo que Gaudichaud quiere poner de relieve a partir de este ejemplo es el retroceso del ciudadano neoliberalizado que Moulian había definido como ciudadano credit card, a partir de la politización de los conflictos sociales como el educacional. Al respecto, señala: “Visto así, podemos entender que la ciudadanía neoliberalizada de los 90 y dos mil está también en retroceso, abriendo espacio al disenso y politización
‘desde abajo’ en contra de los consensos y control partidarios ‘desde arriba’, creando nuevos procesos de subjetivación política popular” (90).
El último capítulo es un breve comentario sobre el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Básicamente, la evaluación de los dos primeros años de administración, las contradicciones al interior la Nueva Mayoría y la permanencia de los acuerdos entre cúpulas políticas y empresariales llevan al autor a concluir que estamos en presencia de un transformismo renovado y de un gobierno progresista neoliberal del que no pueden esperarse transformaciones importantes al modelo, ni siquiera aquellas comprometidas en su propio programa.
En las conclusiones, desarrolla su última polémica, esta vez con la hipótesis del derrumbe del modelo que ha instalado el sociólogo Alberto Mayol. Para Gaudichaud, si bien es cierto que pueden observarse signos de agotamiento, fisuras las llama él, del modelo neoliberal chileno, no puede asumirse tan rápidamente que este se haya derrumbado. Enfatiza:
El derrumbe de tal dominación no se puede proclamar, y menos aún desde la academia, sin haber reunido las condiciones estratégicas y políticas mínimas para su concreción y, a la vez, comenzar a reelaborar la capacidad social y comunitaria de las y los de debajo de forjarse como sujeto popular transformador con la capacidad de inventar, crear colectivamente otro mundo (86).
La tesis del derrumbe, según Gaudichaud, confunde dos planos: la crisis de la legitimidad del sistema político con la posibilidad de echar abajo el sistema capitalista neoliberal. En Chile se da lo primero, pero el salto hacia lo segundo no está asegurado.
El libro finaliza con una reflexión muy sintética sobre las tareas que debiera emprender un movimiento transformador “desde abajo y a la izquierda”, en dirección de la necesaria articulación de trabajadores, pueblos indígenas, feministas, ecologistas y sectores precarizados en general, para levantar una verdadera alternativa política capaz de vencer al neoliberalismo. Sin embargo, la dimensión propositiva es la menos densa, dado que no era el objeto principal del ensayo.

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Podemos afirmar que el texto de Gaudichaud es un valioso esfuerzo interpretativo que tiene la meritoria virtud de establecer diálogos críticos con quienes están instalando lecturas sobre el Chile contemporáneo. Sin embargo, se echa de menos un análisis más fino y detenido de las fuerzas de cambio que han ido emergiendo en la sociedad chilena, de sus posibilidades, dificultades y contradicciones. El autor dice muy poco de los grupos y colectivos, fundaciones y movimientos, que se han conformado al calor de la lucha social y como consecuencia de esta, a pesar de que son fenómenos relevantes del panorama político actual, que no conviene obviar en un análisis del estado de la lucha de clases.
Por último, y no por ello menos importante, no podemos sino saludar con entusiasmo el esfuerzo realizado en conjunto por Editorial Quimantú y Tiempo Robado Editoras, para ofrecer al público este ensayo de interpretación y estimular así la reflexión crítica sobre nuestro presente. Esfuerzo que refleja muy bien el aporte que actualmente están haciendo las editoriales independientes a través de sus catálogos y formas colaborativas de trabajo.
Pierina Ferretti Universidad de Chile, Chile pierinaferretti@gmail.com